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jueves, 10 de noviembre de 2011

DIEZ TESIS SOBRE MOYANO

Por Julián Axat, poeta

1. la dictadura y los gobiernos que la sucedieron destruyeron el poder de negociación de la clase trabajadora: La amplitud y la profundidad de las transformaciones económicas, políticas y sociales acaecidas durante las últimas décadas (desde marzo de 1976 al 2001) no deberían ocultar que el epicentro de las mismas fue el intento de los sectores dominantes por imponer un drástico e irreversible cambio en la relación que mantenían capital y trabajo durante parte del siglo XX. Es lo que puede explicarse como ruptura del “pacto hegemónico” dentro del Estado de Bienestar, o mejor dicho: que el nuevo Estado desempatara la relación capital-trabajo por medio de la eliminación, disciplinamiento y cooptación de su capacidad de organización política, y que esa destrucción de su histórica fortaleza tenga un sentido simbólico profundo, por varias generaciones sucesivas de trabajadores.

2. El modelo sindical de los 90, propició la atomización, la perdida de poder sindical,  la burocratización de la CGT con negocios y acumulación de dadivas a espaldas de los trabajadores. La consecuencia visible de los períodos anteriores al 2001, ha sido el prolongado proceso de desindustrialización, con rupturas profundas en el tejido social hacia una fragmentación o pérdida de homogeneidad de la clase trabajadora. Así la disparidad entre asalariados en “blanco”, “negro”, “terciarizados”. Esta pérdida de homogeneidad representa una atomización funcional a la disolución del mercado de trabajo formal y la irrupción de una “masa marginal” desocupada, constituida como “ejército de reserva” presionando con fuerza los salarios a la baja. Asimismo deben aunarse otros golpes de ese proceso, como la privatización del sistema jubilatorio, las leyes de flexibilización laboral, la disminución de los aportes patronales, etc. Todo ello realizado con la complicidad y cooptación de cuadros (corruptos) dentro las burocracias sindicales, representativas de un sindicalismo de tipo “empresarial” (me refiero al sector de la CGT denominado como “los Gordos”: Lescano, Cavalieri, Daer, Barrionuevo, Venegas, etc.).

3. La crisis del 2001 fue aprovechada por los sectores dominantes para realizar una transferencia riqueza desde los sectores asalariados, con la anuencia de la CGT.  La debacle del 2001 constituyó la fase final de ese sentido destructor genocida planificado en el 76, y con ello, el agotamiento del patrón de acumulación de capital (de valorización financiera) instaurado por los sectores dominantes. El final de ese período está vinculado a una salida drástica-devaluacionista, por parte de esos mismos sectores representados por Eduardo Duhalde y su Ministro De Mendiguren, y cuya aplicación (con pesificación asimétrica) implicó una nueva (y escandalosa) transferencia de riqueza  desde los sectores asalariados (licuación salarial), con la anuencia de “los Gordos” en la CGT.

4.  A partir de 2003, comienza a percibirse el retorno a un sentimiento de pertenencia o identidad clase que destruyó la dictadura militar y neoliberalismo.  La asunción de Hugo Moyano en la CGT, coincide a partir del 2003 con la recomposición del salario real promedio a partir del crecimiento de la economía durante el gobierno de Néstor Kirchner. Entonces se produce una reactivación de la producción industrial y de la construcción, y con ello, la mejora de las cifras de ocupación. En este contexto, el nuevo secretariado general de la CGT comienza un proceso de lenta reconfiguración de su capacidad de negociación e incidencia colectiva (sin perjuicio de que la disparidad entre los asalariados “en blanco”, “en negro”, “terciarizados” no termina de desaparecer).

5. El Moyanismo ha entendido la matriz política del Kirchnerismo: El Kirchnerismo actuando como componedor sumamente hábil, ha generado un espacio de encuentro inédito entre capital y trabajo que, a la vez, alienta un clima de conquista por parte de los trabajadores; y que, por primera vez en treinta años, retorna al sentimiento de pertenencia o identidad clase (también peronista) que destruyó la dictadura militar y luego el neoliberalismo. Es decir, con los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Kirchner, la relación entre capital y trabajo entra en una nueva fase o equilibro, aunque desempatado aún -ante un favorable ciclo económico-, su nivel de reclamo no pareció comprometer (hasta ahora) la rentabilidad empresaria; pues, esta última aumentaba significativamente aún cuando crecían los salarios nominales. Sin perjuicio de que hayan sido las presiones inflacionarias empresarias las que puedan quedar como el mejor reflejo por parte de los sectores capitalistas de diluir –lentamente- el avance y conquistas de los trabajadores en el salario real.


6. Hasta ahora el Moyanismo ha sido cauteloso y racional hacia la política desplegada por un gobierno nacional y popular, y se ha mantenido distante de “los Gordos”.  Desde el 2003 al 2011, con la bonanza económica muchos creyeron que el la actual conducción de la CGT, aprovecharía para pactar con “Los Gordos” y retornar de ese modo a la connivencia con el poder económico. Por el contrario, la defensa de la performance y conquistas de las bases trabajadoras, ha sido una constante en el claro fortalecimiento sindical, el que nunca ha optado por la acción frontal (el clásico golpear y después negociar), sino por la lógica del acuerdo político con el capital, basado en la confianza mediadora de un gobierno al que considera de la misma impronta nacional y popular. Mientras “los Gordos” (aún cercanos al ex presidente Duhalde y al empresariado) buscan todas las formas fisurar el poder de Moyano y volver a asumir el secretariado de la CGT, y ceder así ante las corporaciones económicas para que la participación de los trabajadores en el ingreso comience un descenso.

7. En la coyuntura actual, el Moyanismo centraliza y fortalece el poder sindical sin debilitar las representaciones.  El Moyanismo actual no debería pensarse ni advertirse como modelo que busca cristalizar la centralización omnímoda; vale decir: sin que propicie adaptaciones eventuales –en otra coyuntura- hacia otras formas de representación (la CTA) y/o obstaculice la llamada “libertad sindical” (Véase-Fallo CSJN "ATE c/ Ministerio de Trabajo s/ Ley de Asociaciones Sindicales"). La izquierda o cierto progresismo pretenden una vindicación (ingenua) de una atomización sindical que, en este especial momento de crisis internacional, se tornaría funcional a la debilidad sindical y/o profundizaría la desigualdad entre el capital y trabajo. La puja distributiva, tiene a Moyano como metáfora literal de una forma y capacidad –centralizada- de gestionar la reivindicación de los derechos de los trabajadores sin retroceso (y eso no implica que las bases no se politicen y pongan en crisis el propio sistema de representación burocrático-sindical); reconociendo un contenido virtuoso que también propicia-coincide el gobierno (sin disputarle liderazgo), aunque con tensiones o temores lógicos frente a un cambio de escenario des-favorable que pueda reconfigurar las alianzas y formas de representación (interna-externa), ante el avance del capital en perjuicio de los asalariados.


8. El Moyanismo es la mejor carta que tienen –hoy- los trabajadores para mantenerse a flote en la puja distributiva. No olvidemos que la cabeza actual de la Unión Industrial Argentina (UIA) no casualmente coincide en una persona como De Mendiguren, quien si bien posee un tinte conciliador para los tiempos que corren, el ex Ministro sigue  enrolado a los mismos intereses que en el 2002: licuar salarios en forma abrupta. El Moyanismo sabe que el salario de los trabajadores no se toca, y que la inflación, o la cotización cambiaria (peso/dólar) que avala la política del Banco Central es sumamente leve, y acompaña el crecimiento de la economía, siempre corregido en paritarias, convenios, y mejoras salariales por ramo. En la puja distributiva, aún en tiempos complicados para la economía mundial, la presencia del Moyanismo es una garantía de continuidad del modelo que, es de algún modo, acompasa el piso para el mantenimiento de los salarios.  

 9. El Moyanismo parece perfilarse hacia la institucionalización de los derechos de los trabajadores y acompaña la profundización del modelo. El escenario internacional está cambiando hacia una crisis que podría tener efectos en las Argentina, en especial en el valor del peso-dólar, sobre el cual (el capital) ha retornado a presionar para que se lleve a cabo (tarde o temprano) una nueva devaluación con transferencia de riqueza desde los sectores asalariados. Se abre un escenario de cierta tensión en el que –paradójicamente- el gobierno tiene resto de legitimidad obtenido recientemente en las urnas, con margen de acción para conciliar y definir tipos de políticas estructurales en un marco de nuevas alianzas, pero inclinándose hacia los que menos tienen o siguen en negro, o aún son masa marginal (pienso en la necesidad de recomponer niveles de informalidad y hacer desaparecer a los “terciarizados”); que apunten a la consolidación de un sistema de derechos que no se volatilicen con la coyuntura del ciclo económico (en especial la tendencia a recomposición de los salarios). La participación en las ganancias por parte de los trabajadores (Art. 14bis CN) es (o debería ser) una lógica expectativa a realizar. Aún cuando sea por vía legal o por paritarias debería ser una salida de racionalidad sindical cautelosa, compositiva, y no una pretendida imposición de clase o una afrenta al gobierno. No puede perderse de vista que en un contexto desfavorable, puede ser una herramienta política fenomenal para evitar cualquier intento de expropiación de los salarios por parte del capital quien, como siempre, pretenderá reducir sus costos a cualquier precio.

10. El Moyanismo es parte genuina del movimiento peronista, y por tanto factible de que pueda asumir –tarde o temprano- una representación política de los trabajadores.  A diferencia de cierta impronta de Néstor Kirchner de entrar al conflicto desde abajo, y así horadarlo; el gobierno actual se muestra como una instancia conciliadora, “por encima” de las partes, con estilo superador de los conflictos entre sectores. Las supuestas tensiones existentes entre miembros de la CGT  y el gobierno en el armado de las listas de la última elección, podría pensarse como una intención del gobierno por dar imagen de “imparcialidad” ante el pacto distributivo. Circunstancia ésta que no debe pensarse como una cuestión “de estilo”, sino como parte de una decisión estratégica de la presidenta ante un contexto económico externo crítico. A largo plazo, parece inevitable (o natural) que cuadros sindicales, siendo parte del mismo partido y ocupando posiciones centrales en él, se proyecten en la escena estatal legislativa y hasta formen parte de próximos gabinetes de gestión. 

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