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miércoles, 23 de noviembre de 2011

EL ÚLTIMO VANDORISTA

Por Christian Castillo

Quizás no sea muy original pero es creo que es certero definir a Hugo Moyano como “el último de los vandoristas”. En cierto sentido expresó una continuidad con lo que en su momento había sido el ala ubaldinista de la burocracia sindical, en momentos en que el grueso de los burócratas apoyaban sin más la política menemista y se instalaba el modelo del “sindicalismo empresario”. Moyano se opuso a Menem a la vez que se benefició de algunas de sus políticas, por ejemplo el fortalecimiento del transporte por camión en detrimento del ferrocarril, lo que amplió su poder material. Después de jugar con Duhalde en la elección presidencial de 1999, con De la Rúa fue opositor desde el comienzo, ganando puntos con la denuncia de la “Banelco” en la aprobación de la ley de flexibilización general. Luego, pasó de hacer actos contra el FMI a sumarse al bloque devaluador, haciendo actos en común con la UIA liderada por Ignacio De Mendiguren. Ya con Duhalde en el gobierno pactó una tregua con él y fue corresponsable de una devaluación que produjo una baja de un 40% en el salario real, una de las mayores de la historia. En la elección de abril de 2003 apoyó la candidatura de Adolfo Rodríguez Saa, pero rápidamente se alineó con Néstor Kirchner una vez que este llegó al gobierno. Moyano fue un aliado clave del kirchnerismo en todos estos años, en los que continuó acumulando poder propio desde la secretaría general de la CGT. Por el peso conseguido, su gremio juega un papel similar al de la UOM vandorista en los sesenta. Los “camioneros” engloban choferes de camiones, recolectores de residuos, transporte de caudales y logística de supermercados, por solo nombrar los más importantes. Y su relación con el kirchnerismo ha sido de un tipo similar a la de Vandor con Perón. Los camioneros han obtenido varias conquistas con Moyano a su frente, quien a su vez tiene un control completamente totalitario de su sindicato: si uno es sospechado de “zurdo” queda automáticamente despedido. Mantiene negociados varios con las empresas a las que pertenecen trabajadores de su gremio, como los recolectores de residuos, donde se sospecha de sus lazos con Covelia, una de las principales concesionarias del servicio en la Provincia de Buenos Aires. Se menciona que tiene testaferros varios, también en la propiedad de empresas de camiones. En sus orígenes como burócrata en la seccional Mar del Plata del sindicato de camioneros, mantuvo buenas relaciones con integrantes de la Triple A, como era común entre la burocracia sindical de esos años, que le aportaba parte de su fuerza de choque a la banda terrorista de derecha que protagonizó 1500 asesinatos bajo Perón, Isabel y López Rega. Como es tradición entre las burocracias, la continuidad de su poder la garantiza la familia: su hijo Pablo en Camioneros, su hijo Facundo en el gremio de trabajadores del peaje de autopistas y al frente de la renovada Juventud Sindical Peronista.

Las patronales y los medios de comunicación lo han estigmatizado porque Moyano, al contrario que los “gordos”, mantuvo la táctica de “golpear para negociar”, recurriendo en ocasiones a bloqueos y piquetes para obtener sus reivindicaciones, frecuentemente ligadas a poner bajo el convenio de camioneros a trabajadores que estaban en otros sindicatos, lo que lo ha llevado a relaciones tirantes con otras fracciones de la burocracia. Pero lo cierto es que durante el ciclo kirchnerista, la CGT prácticamente no intervino como tal: no solo no hubo huelgas generales sino que tampoco ninguna lucha unificada para terminar con las tercerizaciones o con el trabajo no registrado, ni apoyo a luchas puntuales. Cuando fue la represión en Kraft, de hecho le había dado vía libre a los pedidos de la embajada norteamericana cuando denunció a la “ultraizquierda” por dirigir el conflicto. Cada gremio quedó en estos años librado a negociar en paritarias por las suyas, con millones de trabajadores que no están en los sindicatos sin defensa alguna, de ahí que casi su único planteo en estos años estuvo ligado al aumento del mínimo no imponible, un reclamo que solo afecta al sector de los asalariados que más ganan. Sus únicos actos multitudinarios fueron para reclamar cargos como parte de la interna del Frente Para la Victoria. De ahí que pese a todo el peso de la CGT, con Moyano a su frente no se modificaron ninguna de las condiciones heredadas de los ’90. Lo más que se logró fue que los sectores “en blanco” acompañaran más o menos el ritmo de la inflación.

Hoy las relaciones de Moyano con el gobierno de Cristina están en el momento de mayor tirantez. Lo atacan por derecha, en el marco de una política y un discurso cada vez más antiobrero y antisindical por parte de la presidenta. A Cristina le hubiera gustado reemplazarlo por Gerardo Martínez, pero surgió la denuncia de que el titular de la UOCRA había sido “buchón” del 601 durante la dictadura y el plan se vio malogrado. No le va a ser fácil al gobierno correrlo del centro de la escena.

En estos años Moyano fue defensor acérrimo del “modelo”, a pesar que lo recibido por los trabajadores fue poco si lo comparamos con lo que obtuvieron las patronales: la recuperación del salario real apenas permitió llegar a los niveles del 2001 anteriores a la devaluación. Ahora el gobierno, con la crisis mundial comenzando a golpear nuevamente, prefiere alguien con menos juego propio y más “moderado”. Mientras esto se desarrolla en las alturas, en el movimiento obrero se destaca otro fenómeno, el desarrollo del “sindicalismo de base”, que ha logrado algunas posiciones muy relevantes y protagonizado las luchas más importantes de estos años. Del quiebre de la tercerización en el ferrocarril, con tres mil trabajadores que pasaron a planta permanente y al convenio ferroviario, al gran combate de Kraft o las grandes luchas del subte, por solo nombrar algunos de estos combates emblemáticos. No es en el moyanismo sino aquí, en dirigentes que responden a la base, se apoyan en las asambleas y se proclaman independientes de las patronales y de los gobiernos capitalistas, donde reside el futuro de la clase trabajadora.

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